miércoles, 24 de febrero de 2010

CRIATURAS.

Se sienta en el costado derecho de su cama sabiendo que es tarde y debe levantarse, intenta hacer tiempo, después de varios minutos inmóvil recuerda que el tiempo no se hace, sino que éste pasa, un suspiro, el cual intenta ser alentador pasa a ser un acto en vano.

Se levanta, sus pies se arrastran hacia el baño, las primeras gotas de agua fría en la mañana provocan espasmos en su piel al tocarla, una vez acostumbradas sus manos abordan hacia ellas un poco de agua, moja su cara. Este primer acto relevante del día la hace sentir mejor. Camina hacia la cocina, comienza el dilema de todas las mañanas: ¿mates, té o café con leche?, saca distintas conclusiones, las cuales apuntan a que la mejor elección sería el té con algunas galletitas de limón. Habiendo superado el primer obstáculo de la mañana se siente satisfecha, pero al mismo tiempo se da cuenta que el tiempo no perdonó ni esperó su indecisión y arrasó llevándose varios minutos secuestrados (los cuales jamás volverán). Sale de su casa, dirigiéndose a paso firme y acelerado al trabajo, llega a la puerta del gran edificio, segundo suspiro del día, o mejor dicho, segundo intento de aliento, segundo acto fallido. Entra, el ruido, la gente, los tacos, las voces gruesas, los suspiros, su presencia casi invisible, ¿a qué podemos aspirar cuando en cierto punto de nuestras vidas nuestra presencia resulta tan irrelevante?, corre hacia su estudio, los sonidos apabullantes ponen en peligro su humor estable (dije estable, no bueno). Una vez adentro entre papeles para leer y cuentas para hacer se olvida de pensar en lo que realmente le importa, por momentos se detiene y extraña esos ratos libres, en cuales su cabeza analiza situaciones que le resultan interesante o no. Pasaron 8 horas, y su estado físico lo demuestra, es hora de volver a casa.

¿Qué puede cenar?, el día fue agotador, el trabajo la terminó de fulminar, no desea arriesgarse a resolver un nuevo problema o el último del día. Su cuerpo yace sobre el sillón, agotada, sus ojos no pueden interpretar ya las imágenes que aparecen en la TV, es hora de apagarla, es hora de ir a dormir. Vuelven sus pies a arrastrarse hacia el baño, vuelve el agua a provocar espasmos en su cuerpo, solo que esta vez es el espasmo más agradable de recibir una ducha caliente, cepilla sus dientes y descubre una pequeña arruga en su frente, pero no presenta reacción ni expresión alguna. Se dirige hacia su cama, entreabre las sábanas y se recuesta, observa detenidamente las sombras que se dibujan y desdibujan en el techo, producto de las ramas de los árboles cercanos a su ventana, el viento, la luz de la luna y la oscuridad de su habitación. Piensa, se pierde, vuelve, supone, ignora, se harta y dice: ¡Basta, fue suficiente por hoy!, luego será otro día, debo retomar las ganas para desperdiciarlas mañana… así es mi vida, así son mis días.

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