miércoles, 21 de julio de 2010


Volví, y no en forma de fichas precisamente.
Ayer presencié una situación bastante incómoda, no sé si puede ser etiquetada como "vergüenza ajena" pero estuvo por ahí no más.
Volvía de Ramos Mejía, el tren estaba increíblemente semi vacío, por un lado jóvenes que se notaba que recién estaban volviendo luego de haber disfrutado toda la tarde y buena parte del frío de la nochechita (porque eran como las 9 pm), ellos volvían luego de un súper día, hablaban, se reían con su acompañante; la otra mitad, la gente que volvía de laburar, se podrán imaginar, volvían dormidos, la señora que se la notaba angustiada, seguramente pensando "¿qué mierda cocino ahora cuando llego a casa?, tengo una paja impresionante". La cosa es que en uno de los asientos que se encuentran enfrentados de un lado se encontraba una pareja muy jovencita (17 años) y del otro lado una pareja muy viejita (80 años). Característica típica de nosotros los jóvenes, cuando estamos enamorados nos suele chupar un huevo la mayoría de las cosas, se vio reflejado en esta pareja, ella estaba tendida encima de él besándolo, él besándola, ellos besándose, sin importarles siquiera lo incómodo de la situación para la pareja del frente, de una lado 100° punto justo para la ebullición y del otro lado 0° punto justo para congelar la pasión que en algún momento sintieron.
A lo que apunto con esto es a que yo ya pasé la situación de estar fervientemente enamorada y matar a besos a mi chico frente a todo el tren Belgrano Norte, solo me falta pasar la situación opuesta y recordar que alguna vez yo también lo hice. Pero para ser sincera, espero llegar a tener 80 años y ser tan cara rota como para comerme a besos con mi novio, esposo, garche, lo que sea, durante todo el viaje en tren.

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