Quisiera agradecerte, antes de marcharme, por todas las acciones que cometiste en mi honor. Gracias por los golpes, los escupitajos, el dolor que gritó desde la más profunda de mis heridas, gracias por haberme apagado, por hacer de mis días la misma rutina, por no haberme levantado cuando más lo necesitaba, en fin gracias por nada y perdón por haber dejado en tu cabeza un agujero. Sin más nada para decirte me marcho, pero una vez más me doy cuenta de que nunca lograste escucharme amor, ahora tendido en suelo rodeado, absorbido, sobre tu propia sangre y aún así no lo escuchas, aún así no logras verme, aún así no lo entiendes y nunca lo harás.